29 de diciembre de 2021
En la actualidad la barba es un elemento clave en la estética del hombre. Tal es la magnitud de ello que actualmente existe una creciente tendencia a acudir a barberías para cuidarla y lucirla impecable en todo momento. Pero, ¿esto ha sido así siempre? ¿Cuál es la historia y origen de la barba? ¡Te lo contamos en el blog de Hospital Capilar!
En un primer momento identificar cuál es el origen de la barba puede resultar algo ambiguo ya que el hombre posee vello facial desde el inicio de la humanidad. Por ello podríamos decir que el origen de la barba se sitúa cuando los hombres comenzaron a afeitarse y a recortársela.
Por lo tanto, es en la Edad de Piedra donde se sitúa el origen de la barba.
A lo largo de los años se le ha atribuido a la barba diferentes significados incluso ha llegado a servir como elemento diferenciador entre clases sociales. Aunque en la actualidad sea un componente estético más, la barba ha seguido sus propias modas, ideologías y cultura durante las diferentes épocas.
¿Cuál es el origen de la barba y cómo ha ido evolucionando a lo largo de la historia? ¡Continúa leyendo!
El origen de la barba en el plano ideológico se sitúa en las antiguas civilizaciones mesopotámicas y egipcias. Fue, en concreto, en la sociedad mesopotámica cuando la barba se consideró un símbolo de estatus social. Los hombres pertenecientes a los altos estratos sociales le dedicaban tiempo a cuidar la barba incluso las adornaban y rizaban demostrando, así, mayor respeto.
Por otra parte, en el Antiguo Egipto la tendencia era radicalmente distinta. La barba natural no estaba bien vista y, por ello, los egipcios se afeitaban por completo la cabeza y la cara. Los faraones también cumplían con esta exigencia, no obstante, se colocaban largas y finas barbas postizas. El objetivo de esto era simular al dios Osiris para demostrar autoridad y poder.
En la Antigua Grecia la barba era considerada un elemento de madurez y sabiduría. También de virilidad y valentía, ya que el castigo a los guerreros que huían de la batalla era cortarles la barba.
La Antigua Roma también cumplía con esta tendencia en un primer momento, pero, más tarde, tuvieron una mayor preferencia por las barbas afeitadas. Fue en este momento cuando surgió la figura del tonsor. Se trataba de una especie de barbero que recortaba y afeitaba las barbas de los romanos prácticamente a diario.
Muchos reyes medievales llevaban una larga y densa barba en Francia. No obstante, fue a partir del siglo VIII cuando las barbas eran consideradas cosa de paganos y la tendencia cambió, nuevamente, a afeitarse casi a diario.
Durante el renacimiento coexistieron varias modas. En esta época una de las barbas más ilustres y reconocidas fue la de Leonardo da Vinci.
Antes de dar comienzo al siglo XIX, las barbas largas y frondosas pasaron de moda e incluso no llegaron a ser bien vistas. Por ello, generalmente los hombres durante aquella época tendieron a afeitársela. No obstante, esto cambió cuando en el siglo XIX el presidente de Estados Unidos Abraham Lincoln se dejó crecer la barba. El motivo de esto fue debido a que una niña pequeña llamada Grace Bedell le pidió expresamente a quien sería el nuevo presidente americano que se dejase crecer la barba y, a cambio, convencería a su familia para que le votasen. Y así fue.
A principios del siglo XX, entre los años 20 y 30, los hombres no solían dejarse crecer la barba. Esto cambió radicalmente con la llegada del movimiento hippie durante los años 60 donde la barba resurgió en todo su esplendor.
Hoy en día los hombres que tienen barba tienden a cuidarla, recortarla regularmente, aplicarse productos específicos y acuden a barberías. En definitiva, en la actualidad los hombres son mucho más cuidadosos con su barba. Uno ejemplo de ello son los hípsters.
De la misma manera que cada vez más hombres optan por lucir una barba densa, hay otros muchos que de forma natural no les crece el vello facial. Sin embargo, actualmente existe un remedio para ponerle fin a la falta de densidad en la barba: el injerto de barba.
El injerto de barba es una intervención ambulatoria poco invasiva en la que se extraen las unidades foliculares, cavidades donde se encuentra el pelo, de la zona baja de la nuca para posteriormente implantarlas en las zonas a tratar del rostro. Durante la intervención no se usa anestesia general, únicamente local, por lo que el paciente está despierto y consciente durante todo el proceso.
Los resultados definitivos se dan al año de la cirugía, aunque a los seis meses ya se pueden observar los primeros. Se tratan de unos resultados completamente naturales ya que se implanta el propio pelo del paciente. Además, éstos duran para siempre.
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